El inmigrante renuncia a muchas cosas: hogar, familia, amigos, trabajo, tradiciones y costumbres. Cada cultura proporciona al individuo elementos a través de los cuales percibe y navega por el mundo, otorgando significado a sus experiencias. Al migrar, el individuo pierde sus puntos de referencia culturales y queda expuesto a la vulnerabilidad en el país de acogida, enfrentándose a barreras lingüísticas, sociales y culturales significativas. En este contexto, la persona necesita reorganizarse psicológicamente para afrontar todos los desafíos, y hacerlo solo suele ser una misión muy complicada y dolorosa.

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